Mi pasión por la escritura comenzó hace muchos años, cuando recién aprendía a leer y a escribir.
Recuerdo que fue el tío Manuel el encargado de mostrarme el maravilloso mundo de los libros y desde ese momento decidí formar parte del paraíso de las musas y los sueños.
El primer libro que leí fue: “Cuentos de barro”, del cual jamás olvidaré el cuento “La Petaca” la historia de la niña con tremenda joroba se quedó grabada en mi memoria y hasta la fecha la recuerdo con cariño.
A ese libro le siguieron muchos otros, entre los que se destaca “Un cádaver en la biblioteca” fue mi primer encuentro con la reina del crimen y del misterio, Agatha Christie. Debo confesar que sus historias me intrigaban y prefería las horas de lectura, tratando de investigar quien era el asesino, en lugar de jugar con las muñecas.
Desde los nueve años supe que mi vida estaba ligada a la literatura, por eso esa noche de noviembre, cuando en medio de las balas, mi madre me preguntó que quería ser cuando fuera grande, no lo dudé. Abrí mis ojos de par en par y con una sonrisa inocente le dije: escritora.
Mi madre que sabía lo que esa palabra significaba me dijo entre lágrimas, cuando seas grande, vas a recordar esta noche y la pregunta que hoy te hizo tu madre.
Han pasado muchos años desde esa noche, la guerrá en mi país terminó, dejé de ser una niña. Pero sigo recordando las palabras de mi madre y la respuesta que esa noche marcó mi camino.
Escribir, ese es el oficio que elegí. O a lo mejor me eligió. No lo sé, pero cada día que pasa sigo aprendiendo. Buscando las palabras que conecten historias, frases, oraciones que cuenten la vida de tantos personajes.
A escribir se aprende escribiendo, me dijo mi maestro de guión. Y es cierto, toda la técnica funciona para darle fuerza al trabajo, pero lo que define mi paso por las letras, son las largas horas de silencio y ese instante mágico en el que por fin me enfrento ante la hoja en blanco.
Cuando el silencio comienza, la hora de que los personajes hablen ha llegado.

Marisol Flamenco
Diciembre 18/2010